El mundo del deporte está sufriendo una revolución global, lenta pero segura, pues el dinero (casi) todo lo puede. Se trata de un cambio patrocinado por los petrodólares, capaces de organizar nuevas competiciones paralelas a las clásicas, llevar torneos a países lejanos y sin tradición e incluso que un Mundial de fútbol se celebre en los meses de noviembre y diciembre.
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El mundo del deporte está sufriendo una revolución global, lenta pero segura, pues el dinero (casi) todo lo puede. Se trata de un cambio patrocinado por los petrodólares, capaces de organizar nuevas competiciones paralelas a las clásicas, llevar torneos a países lejanos y sin tradición e incluso que un Mundial de fútbol se celebre en los meses de noviembre y diciembre.
Va a ser un torneo distinto, empezando por las fechas en las que se va a disputar, pues comienza este domingo 20 de noviembre y finaliza el 18 de diciembre, algo extraño para el espectador. Las ligas nacionales y las competiciones internacionales se han detenido, no hay más remedio, y el foco pasa a un torneo que siempre se ha disputado en verano y que el calor qatarí ha obligado a llevar al otoño, casi lindando con el invierno.

Las fechas han causado controversia, pero nada comparado con la ocasionada por el país elegido para jugar el Mundial. A las acusaciones de malas condiciones de los trabajadores y miles de decesos en la construcción de los estadios, se suman las características de la cultura del país. Las restricciones a los derechos de las mujeres y la prohibición de la homosexualidad —con avisos incluso de que se tiene que respetar, una vez en Qatar, la cultura del país y no mostrarse en público—, son quizás el mayor ejemplo de que algo se ha hecho mal llevando allí el torneo. Hasta Joseph Blatter, presidente de la FIFA cuando se tomó la decisión, admitió su error en un reciente documental.
Más allá de la extrañeza por las fechas, un Mundial es un Mundial, la mayor cita del mundo del deporte solo por detrás de los Juegos Olímpicos y, sin duda, la que más pasiones levanta.

Hender “Vivo” González