El Oporto destrozó a los cinco minutos la esperanza de Europa League que le quedaba al Atleti, derrotado, sin alma. De no ser por Oblak, hubiera sido goleada.

Hace frío en Oporto. Cae la noche. El Atleti ha dejado de ser ese equipo que llegaba con el corazón donde las piernas no lo hacían. Que caía, claro que lo hacía, pero siempre de pie. O siempre agarrándose a la boca del estómago, como solo sabe hacer la pura emoción. Pero era otro Atleti. Este ha dejado de creer. Porque ya no será la Champions. Ya no serán los martes y los miércoles. Pero tampoco los jueves. Ya no será la afonía entre semana, curar en mayo las heridas de octubre. Ya no será Europa para el Atlético esta temporada. Por ningún camino. Ni el de la Europa League. El The End llegó con música de fado. Bajo el atronar azul del dragón en Oporto, equipo de octavos. La luz persigue al hombre de negro en su camino al túnel cuando todo está ya terminado. Su traje, antaño negro, es ya grisáceo, lleno de agujeros y manchas que no desaparecen con nada.

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Cinco minutos pareció tener color, pulso ayer en O Dragao, algo en las venas que pudiera llamarse vida el Atleti. Si no ya por ellos, por los 1.400 que forraban de rojiblanco, con el cuerpo y la voz, uno de los quesitos en lo alto de la grada de O Dragao. Cinco minutos al menos de pie, con João, con Griezmann, con Correa y ese orden, 4-4-2 en el que De Paul y Witsel llevaban el manejo del medio. Cinco minutos de puro espejismo. Cinco minutos solo.

Porque en realidad ese brillo era el reflejo de la luz de los focos sobre esos futbolistas que una vez fueron fieros, la mejor fotografía de ese verso cholista, “el a morir los míos mueren”, hoy de vidrio. Tan fácil romperlos. Crash se escuchó en O Dragao cuando Evanilson recibió ese balón filtrado y caía con estrépito todo rojiblanco. Giménez no llegaba, Savic no marcaba… Y el Atleti tejía una alfombra roja hacia Oblak que Taremi estrenó al recibir el balón. Plin y plaf. Disparo a la red y bofetón. El Atleti con todo su corpachó a la lona. Viejo, cansado, impotente. El hígado reventado, la boca llena de sangre.

Pero es que su presión es de mentira. Pero es que parece que no hay plan, solo que Griezmann y Koke corran por todos. Pero ayer Koke no estaba, pero ayer Griezmann se desesperaba en un Atleti que no deja de recordar a todos aquellos de antes del Cholo. Los de las Intertotos y las eliminaciones en Copa ante Segundas B. Los delanteros desgajados, como islas solitarias, sin un triste balón que llevarse a las botas. Los centrocampistas sin dar dos pases seguidos. La defensa, un chiste. Pero de los malos. Savic era la foto. Antaño fiero era una caricatura de sí mismo. Siempre tarde, ahogado. Pero podía serla Saúl. O Witsel. O cualquiera de esos que llevan el escudo del Atleti al pecho pero son solo un trampantojo.

Era el 11:01 cuando Pepê caía y Simeone llamaba a todos sus jugadores para recrear un tiempo muerto. De nada valió, sin embargo. El rostro de muerto no habría grito ni carrera que se lo arrancara. Como uno de esos zombies que la noche anterior llenaban las calles de Oporto por Halloween deambulaba el Atleti. Pero son sangre de verdad. Trastabillado y sin alma, sin un ápice de alma. Oblak salvó con su mano milagro antes (Galeno) y después (Otavio) de que el Oporto aprovechara la alfombra roja de antes para aullarle fuerte al Cholo su cuento de miedo al oído. Galeno, ahora, haría de Evanilson, atravesar rojiblancos como si fuesen transparentes, Eustaquio, de Taremi, acuchillando. Una escena en la que los del Cholo volvían a hacer de sí mismos. Ya no les sale otro papel que el de vencido. Todo brazos en jarra, brazos caídos, aterrado de miedo.

Ni la radio y sus ecos, el 0-0 el Leverkusen y el Brujas maquillaba. Todo era un abismo, un naufragio, un desastre, sin Europa. De otros, será de otros el vivirla, lucharla, castigado el Atleti a seguirla en noviembre por la tele. La segunda parte se jugó porque los futbolistas salieron de los vestuarios. Pero en realidad no. No hubo rabia, no hubo reacción, no hubo nada. Sólo un gol de Griezmann que se anuló y poco más entre la más pura tristeza. El Oporto bailaba. El Atleti le perseguía sin orden ni acierto. Oblak paraba los golpes. Ninguno de sus compañeros jugaba o parecía saber jugar, todos perdidos en los laberintos del miedo en su propia cabeza. Munch pintando su Grito. Como si Europa no importara. Como si diez años de éxitos hubieran llenado demasiado los estómagos de unos futbolistas que se han olvidado de cuánta hambre da el fútbol cuando da hambre. Con el crédito del hombre que en los años más duros se invocaba con ese ole, ole, ole como plegaria cada vez más pequeño, débil, cuestionado. Los focos de O Dragao reflectando en los cuerpos de vídrio roto de sus futbolistas mientras la grada cantaba un ole, ole, ole con malicia.En Alemania, el Brujas hacía su trabajo, empataba. El empate al Atleti le hubiera valido. Pero ni con esas. Ni con el gol de Marcano en propia puerta en el 95′. Todo brilla en un fulgor antes de desaparecer aunque el Atleti ha elegido otro camino: el ir desvaneciéndose poco a poco. En el This is the end con música de los Doors.

Cambios

Wendell (52′, Zaidu Sanusi), Yannick Carrasco (59′, Saúl Ñíguez), Matheus Cunha (60′, João Félix), Toni Martínez (80′, Evanilson), Pablo Barrios (84′, Ángel Correa), Gonçalo Borges (88′, Otávio), Rodrigo Conceição (88′, Pepê Aquino), Bernardo Folha (88′, Galeno)

Goles

1-0, 4′: Mehdi Taremi, 2-0, 23′: Stephen Eustáquio, 2-1, 94′: Marcano

Tarjetas

Arbitro: Daniele Orsato
Arbitro VAR: Massimiliano Irrati, Pol van Boekel
Marko Grujic (38′,Amarilla) Reinildo Mandava (41′,Amarilla) Savic (47′,Amarilla) Fábio Cardoso (68′,Amarilla) De Paul (68′,Amarilla)

Hender “Vivo” González

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